martes, 13 de octubre de 2015

La anorexia espiritual
La vida de oración
¡No te conformes! ¡No te acomodes en tu vida espiritual! Todo empieza por una distancia pequeña, y después podremos llegar a negarle, como le pasó a Pedro.

Por: Viviana Venegas | Fuente: Catholic.net 
http://es.catholic.net/op/articulos/58495/la-anorexia-espiritual.html
Una de las partes que más me impacta del relato de La Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo es el momento en que a Jesús lo prenden, cuando sus discípulos huyen, antes de las negaciones de Pedro. Pero más específicamente, la siguiente parte: “Pedro le seguía de lejos” Mateo 26, 58.

¡Pedro le seguía de lejos! ¡Qué fuerte! Después de esto lo negó tres veces. Y ¿cómo no? Si le seguía de lejos… Estoy segura que mirando hacia atrás en sus vidas, más de uno de ustedes se ha hecho alguna de estas preguntas (o parecidas a éstas) en cualquier ocasión: ¿Desde cuándo me volví así de indiferente? ¿En qué momento me dejé engordar tanto? ¿Cuándo se dañó tal o cual amistad? ¿En qué momento se enfrió nuestra relación (novio, amigos, familia, etc)? Y la más importante…. ¿En qué momento me alejé tanto de Dios?

La respuesta a esta última pregunta es: en el momento en que, al igual que Pedro, le empezaste a seguir de lejos. Y ¿sabes por qué? Porque en la distancia que permitiste que se diera entre tú y Cristo cabe cualquier cosa. Nada de lo anterior pasa de un momento a otro, todo viene sucediendo, solo que nos damos cuenta cuando ya hemos llegado al límite.

¿Por qué de repente empezamos a seguir a Cristo de lejos? Pueden existir muchas razones, entre ellas:
·         Porque no estamos dispuestos a identificarnos completamente con Él.
·         Por respeto humano (miedo al “qué dirán”).
·         Por no estar dispuestos a renunciar a cosas del mundo que no son compatibles con Dios.
·         Porque no hemos renovado ese primer amor.
·         Por el desánimo.
·         Por la soberbia que produce desesperanza por “no entender las cosas de Dios”.
·         Porque hemos estado ocupados con los quehaceres de la vida, no tenemos tiempo.

Si bien existirán muchas más razones, quiero hacer énfasis en esta última: no hay tiempo, estoy ocupado(a), lo he dejado pasar…
Por esta razón he querido escribir de la anorexia espiritual. Todo empieza por una dieta de oración, de sacramentos, de actos de piedad, de servicio… Una dieta que poco a poco va debilitando el alma, pues no está recibiendo su alimento. Una dieta que se potencializa con la prisa del día a día y las preocupaciones que invaden nuestra mente. Una dieta que al final puede convertirse en lo que yo llamo la anorexia espiritual.

Cuando esto sucede ya no hay fuerzas para nada: para rezar, para identificar los millones de detalles que Dios tiene a diario con nosotros, para amar… Y es inevitable, pues desde hace un tiempo no te has alimentado. ¿Cómo te van a quedar fuerzas, ánimos, ilusiones?

Ojo con enfriarnos. Como dice un muy buen amigo: la mediocridad es una lepra que consume el alma… Estamos en la capacidad de alzar bandera roja cuando nos sintamos así. Y ¿sabes qué? Dios es el primer interesado en mandarnos rescatistas, no uno, sino los que sean necesarios. Él nos invitó a seguirle de cerca. Venimos de Él y estamos hechos para volver a Él. Cristo lucha a cada instante por ganar un espacio en nuestra vida para así llegar a lo que siempre ha soñado: mantener una relación íntima con cada uno de nosotros. Una relación que no es intermitente, que no tiene “peros”, que no varía según mi estado de ánimo… Una relación y una entrega total, porque es lo mínimo que Él se merece, y porque es lo único que nos va a llenar en plenitud.

¡No te conformes! ¡No te acomodes en tu vida espiritual! Todo empieza por una distancia pequeña, y después podremos llegar a negarle, como le pasó a Pedro.

“El ataque tiene muchas más probabilidades de éxito cuando el mundo interior del hombre es gris, frío y vacío…. De hecho, el camino más seguro hacia el Infierno es el gradual.” – C.S Lewis, Cartas del Diablo a su sobrino.

Puede costarnos muchos años construir una vida espiritual y solo basta un instante para echarla a perder. Por eso es necesario cuidarla como el tesoro más grande, aquél que, como decía San Pablo, llevamos en vasijas de barro.

“Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida” – Benedicto XVI

Reflexiones

Areli Sánchez:

Es muy cierto, debemos desarrollar permanentemente cada uno de los aspectos que nos constituyen como seres humanos. Sólo que, al parecer, nuestra parte espiritual es la que más abandonamos. La constancia es la clave para una vida plena; sólo con ella podemos llevar una alimentación saludable, hacer ejercicio, conservar nuestras amistades, actualizarnos en nuestro campo de trabajo. Pero ¿cuántas veces nos proponemos decidimos ser constantes con nuestro crecimiento espiritual? ¿Hasta dónde nos permitimos llegar antes de darnos cuenta de esta “anorexia espiritual”? Esta mensaje me hace recordar que también debo alimentar y ejercitar mi espíritu.

María Eugenia Nuñez:


Al hacer esta reflexión pienso que efectivamente por habernos alejado tanto de la   Oración han pasado tantas catástrofes en el mundo al grado que el Papa Francisco ha dicho que estamos viviendo una “tercera Guerra Mundial”.


Debemos acercarnos más a El por medio de la Oración  y día a día tener más conciencia en ayudar a todas las personas que podamos y dejarnos de estar envidiando al de alado ya que al final de nuestras vidas solamente nos llevamos la satisfacción de haber contribuido con un granito de arena para que el mundo sea mejor.

Mercedes Karam:


Así es,  simplemente,  sin muchas palabras.” La oración es el alimento del alma “, y  muchas veces nos alejamos, porque no queremos que nos exijan demasiado, el que quiere seguir a Jesus realmente, no es fácil cuesta trabajo, porque lo bueno cuesta y mucho.


Abrámonos a él, que no nos dé miedo, no dejemos enfriar nuestra amistad con él, que es lo más grande e importante que tenemos, nada más, todo es pasajero, es nuestra única verdad.


Guadalupe Sánchez:

Es muy cierto que nos alejamos de  Dios, por diversos pretextes que siempre anteponemos, aunque no abandonamos la oración, esto es como lo explica el Salmo que hacia Pedro, “lo seguimos de lejos”.

Para evitar esta anorexia espiritual, no hay que alejarnos del poder que tiene la oración en cualquier momento, el agradecimiento por todo lo recibido y sobre todo por lo NO recibido, ya que Dios es perfecto y sabe porque no tenemos lo que deseamos sino lo que es indispensable para logar la misión que ha destinado para  cada uno de nosotros, como lo hizo cuando Pedro lo negó en 3 ocasiones.

Fabs:


Siempre me ha llamado mucho la atención esta triple negación de Pedro. Trato de imaginar el temor, la angustia, la duda que debió sentir y que lo impulsó a ello. A veces así nos sentidos, temerosos de lo que implica reconocer y seguir a Jesús.

Rosa María Arias:


Desafortunadamente en la actualidad existen dos tipos de anorexias: la del trastorno psicológico, en donde la persona rechaza los alimentos, y la anorexia espiritual, en donde el hombre se aleja de la presencia de Dios.  En ambas el proceso es lento y en muchas ocasiones uno no se da cuenta de que ha caído en ella hasta que la enfermedad ya te está consumiendo,  o bien, cuando uno se aleja por completo de los sacramentos y de la Palabra de Dios.

Como dice San Matero 4,4 “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, creo que es importante que la Palabra de Dios y los sacramentos sean el alimento diario de nuestra alma, para que sustenten nuestro apetito espiritual y nos alimenten con las fuerzas necesarias para vivir cada día tratando de ser mejores para lograr alcanzar la vida eterna. Así mismo, estoy convencida que al estar cerca de Dios tenemos la fuerza necesaria para sortear los malos momentos de la vida.

Miguel Ángel Sánchez:

Pasa muy seguido que la carga de trabajo, los problemas, y muchas cosas más nos abruman y alejan de cosas tan básicas como la simple cortesía de saludar, o decir gracias y sonreír a quien nos sirve o acompaña
Peo es más fácil que nos olvidemos de lo primordial y se den estos efectos.

Cuando esa presión es mas fuerte debemos detenernos y dar un momento a nuestro espíritu y a nuestra relación con Dios . Demonos un tiempo aunque sea mínimo para rezar, lo podemos hacer mientras manejamos o viajamos en camión, usemos esos pequeños tiempos que tenemos para hacer algo, meditar , platicar con Dios, pedirle apoyo y fortaleza, usemos aunque sea los pequños momento que un día de máxima agitación tenemos.

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