CLUB DE LECTURA.
3 historias, 1 mensaje.
El pasado 30 de noviembre tuvimos las reuniones tanto en campus Sur, como Norte, para el Club de Lectura.
La reflexión giró en torno a tres breves lecturas que nos dejan un mensaje de humildad, entrega y amor al prójimo.
¡¡¡Gracias a todos los que participaron!!!
A continuación las lecturas.
¿Quién nos visita?
Martín
era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años
que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de
trabajo.
Martín,
cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al
fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente
una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no
había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Se
levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía
encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver
quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de
harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en
su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche
caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le
regaló unos zapatos.
Llevaba
otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos
de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y
sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería
quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus
hijos y se los dio para que no pasaran más frío.
–
¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...– se dijo el zapatero.
–
Tengo sed –exclamó el borracho.
Y
Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un
plato con los restos de la sopa del mediodía.
Cuando
el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no
había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día
los abrió al azar. Y leyó:
–
‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba
desnudo y me vestiste...Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí
me lo hiciste...’
Se
le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No
una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era
el hombre más feliz del mundo...".
El
Adviento, es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.
(catholic.net, s.f.)
Bibliografía
Catholic.net. (s.f.). Catholic.net. Recuperado
el 7 de Noviembre de 2016, de
http://es.catholic.net/op/articulos/14136/cat/236/un-cuento-de-adviento.html
El bordado de Dios
Cuando
yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le
preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Siendo
yo pequeño, observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me
quejaba diciéndole que solo veía hilos feos. Ella me sonreía, miraba hacia
abajo y gentilmente me decía: “Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya
terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde
arriba”. Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores
oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba.
Mas
tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: “Hijo, ven y siéntate en mi
regazo.” Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la
hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo
solo veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: “Hijo mío, desde abajo se
veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan
arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, que
bello.”
Muchas
veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: “Padre, ¿qué estás
haciendo?”. Él responde: “Estoy bordando tu vida.” Entonces yo le
replicó: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan
oscuros, ¿por qué no son más brillantes?” El Padre parecía decirme: “Mi niño,
ocúpate de tu trabajo confiando en Mi y un día te traeré al cielo y te pondré
sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás…”
Bibliografía
Informatizarte, Informática,
Tecnología, Docencia, Viajes, Salud y Seguridad. (s.f.) Informatizarte.com.ar. Recuperado el 22 de noviembre de 2016, de
http://informatizarte.com.ar/blog/?p=2068
El árbol de hoja perenne
Se dice que si se entra tarde en la noche, en un bosque de
árboles de hojas perennes, podemos escuchar los árboles hablando. En el susurro
del viento sorprenderá a los pinos más viejos asegurando a los pinos más nuevos
por qué nunca tendrán una forma perfecta. Siempre habrá una rama doblada aquí y
allá…
Hace mucho, mucho tiempo que los árboles de hojas perennes
eran perfectos. Esto era particularmente cierto en un pequeño reino en Europa,
más allá de los Montes Cárpatos. En el primer sábado de Adviento, la Reina
enviaba sus obreros al bosque real en busca del árbol más perfecto. Este,
luego, reinaba en el castillo, brillando decorado con cirios. Mientras el
tronco de Navidad crujía, la familia real y los campesinos cantaban alrededor
del árbol en un ambiente de celebración.
En
el bosque silencioso todos los árboles se disputaban ese gran honor. En una
noche fría, cuando la luz brillante de la luna brillaba sobre la nieve, un
pequeño conejo saltaba sobre los árboles, palpitando con pánico. Más allá de la
colina se escuchaban los aullidos de los perros de la aldea, en la emoción por
la temporada de la caza. El conejo buscaba frenéticamente un refugio para
protegerse, pero no encontró nada en los troncos. Daba vueltas más y más ligero
mientras se incrementaban los aullidos de los perros. Los árboles se encogían
ante tal interrupción (cuando estaban en la mejor etapa de su crecimiento).
Entonces,
un árbol pequeño se estremeció. De todos los árboles más nuevos, este prometía
ser el mejor de todo el bosque. Todo lo relacionado con este, desde su color
verde mar hasta las delicadas curvas de sus ramas, eran perfectas. Pero ahora…
el arbolito hundía sus ramas inferiores en la tierra… y antes de que los perros
babeantes llegaran, el conejo encontró un lugar seguro en medio de las ramas.
En la mañana el conejo encontró su conejera. Pero el pequeño pino casi no podía
levantar sus ramas. Sin importarle mucho; quizás una pequeña irregularidad no
se notaría mucho.
Luego
una poderosa tormenta de nieve azotó aquella tierra. Los aldeanos bajaron las
cortinas, mientras que los pájaros y demás animales se acurrucaban en sus nidos
y guaridas. Un carrizo, arrasado por el viento, buscó desesperadamente un
santuario entre los árboles perennes, pero cada uno de ellos apretó sus ramas,
protegiéndose de la tormenta. Finalmente, el agotado pajarito cayó exhausto en
el pequeño pino. El corazón del pino se abrió e igualmente lo hicieron sus
ramas, y así el carrizo durmió muy cálidamente dentro de ellas. Pero al pasar
la tormenta, el pino tuvo dificultad en reorganizar sus ramas. Había ahora un
vacío mayor.
El
invierno se hizo más intenso, trayendo consigo un viento muy fuerte nunca antes
visto en las montañas. Un cervato pequeño, que se había alejado de su madre, se
acercó a los árboles en busca de protección en contra del viento. Pero los
árboles abrieron sus ramas al viento para evitar ser dañadas por el mismo.
Nuevamente el pequeño pino sintió compasión y cerró sus ramas con fuerza,
formado una muralla en la cual el cervato se pudo acurrucar. Pero,
lamentablemente, cuando el viento cesó, el pequeño pino había perdido
permanentemente su forma, y una gota de resina brotó del tronco de la rama.
Ahora nunca más podía esperar ser honrado.
Perdido
en sus pensamientos, el pequeño pino no llegó a ver la buena Reina venir al
bosque en su trineo para escoger el mejor árbol. Cuando ella vio el pino
pequeño, se enfureció. ¿Qué hace un árbol con tales defectos en el bosque real?
Estuvo casi lista a deshacerse de él, pero se detuvo súbitamente y lo volvió a
observar. Mientras lo contemplaba, notó las huellas de animales pequeños que
habían encontrado albergue bajo sus ramas y las plumas en el lugar donde había
reposado un pájaro. Y cuando estudió el enorme hueco en su lado y el tronco
azotado por el viento, su corazón se llenó de entendimiento.
“¡Este!,”
indicó ella. Y para asombro del bosque, el pequeño pino fue llevado al
castillo. Todos decían que era el mejor árbol de Navidad que se habían tenido
porque cuando vieron sus ramas retorcidas y gastadas, muchos vieron el brazo
protector de su padre, el seno consolador de la madre y, algunos, como le
ocurrió a la Reina, vieron el amor de Cristo expresado en la tierra.
Por
tanto si caminas hoy en medio de los árboles de hojas perennes, encontrarás,
junto a los conejos, los pájaros y otras criaturas vivas, ramas marchitas que
proveen cubierta, huecos que son lugares de descanso, y formas inclinadas por
haber luchado con los vientos.
Ya que, al igual que
nosotros, los árboles han aprendido que las heridas que se sufren por el bien
de los demás hacen a uno más hermoso a los ojos de Dios.
Bibliografía
Organización tengo sed de ti. (s.f.). tengoseddeti.
Obtenido de http://www.tengoseddeti.org/apuntes-del-camino/oracion-para-los-tiempos-dificiles/comment-page-69/#comment-185892
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