viernes, 2 de diciembre de 2016

CLUB DE LECTURA.
3 historias, 1 mensaje.

El pasado 30 de noviembre tuvimos las reuniones tanto en campus Sur, como Norte, para el Club de Lectura.
La reflexión giró en torno a tres breves lecturas que nos dejan un mensaje de humildad, entrega y amor al prójimo.
¡¡¡Gracias a todos los que participaron!!!

A continuación las lecturas.

¿Quién nos visita?
Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.
Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.
Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.
– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...– se dijo el zapatero.
– Tengo sed –exclamó el borracho.
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.
Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:
– ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste...Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste...’
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...".
El Adviento, es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.
(catholic.net, s.f.)
Bibliografía
Catholic.net. (s.f.). Catholic.net. Recuperado el 7 de Noviembre de 2016, de http://es.catholic.net/op/articulos/14136/cat/236/un-cuento-de-adviento.html

El bordado de Dios
Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño, observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba diciéndole que solo veía hilos feos. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: “Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba”.  Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. 
Mas tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: “Hijo, ven y siéntate en mi regazo.”  Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo solo veía hilos enredados. Entonces mi mamá me decía: “Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba.  Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, que bello.” 
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: “Padre, ¿qué estás haciendo?”.  Él responde: “Estoy bordando tu vida.” Entonces yo le replicó: “Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?” El Padre parecía decirme: “Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en Mi y un día te traeré al cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás…”
Bibliografía
Informatizarte, Informática, Tecnología, Docencia, Viajes, Salud y Seguridad. (s.f.) Informatizarte.com.ar.  Recuperado el 22 de noviembre de 2016, de http://informatizarte.com.ar/blog/?p=2068



El árbol de hoja perenne
Se dice que si se entra tarde en la noche, en un bosque de árboles de hojas perennes, podemos escuchar los árboles hablando. En el susurro del viento sorprenderá a los pinos más viejos asegurando a los pinos más nuevos por qué nunca tendrán una forma perfecta. Siempre habrá una rama doblada aquí y allá…
Hace mucho, mucho tiempo que los árboles de hojas perennes eran perfectos. Esto era particularmente cierto en un pequeño reino en Europa, más allá de los Montes Cárpatos. En el primer sábado de Adviento, la Reina enviaba sus obreros al bosque real en busca del árbol más perfecto. Este, luego, reinaba en el castillo, brillando decorado con cirios. Mientras el tronco de Navidad crujía, la familia real y los campesinos cantaban alrededor del árbol en un ambiente de celebración.
En el bosque silencioso todos los árboles se disputaban ese gran honor. En una noche fría, cuando la luz brillante de la luna brillaba sobre la nieve, un pequeño conejo saltaba sobre los árboles, palpitando con pánico. Más allá de la colina se escuchaban los aullidos de los perros de la aldea, en la emoción por la temporada de la caza. El conejo buscaba frenéticamente un refugio para protegerse, pero no encontró nada en los troncos. Daba vueltas más y más ligero mientras se incrementaban los aullidos de los perros. Los árboles se encogían ante tal interrupción (cuando estaban en la mejor etapa de su crecimiento).
Entonces, un árbol pequeño se estremeció. De todos los árboles más nuevos, este prometía ser el mejor de todo el bosque. Todo lo relacionado con este, desde su color verde mar hasta las delicadas curvas de sus ramas, eran perfectas. Pero ahora… el arbolito hundía sus ramas inferiores en la tierra… y antes de que los perros babeantes llegaran, el conejo encontró un lugar seguro en medio de las ramas. En la mañana el conejo encontró su conejera. Pero el pequeño pino casi no podía levantar sus ramas. Sin importarle mucho; quizás una pequeña irregularidad no se notaría mucho.
Luego una poderosa tormenta de nieve azotó aquella tierra. Los aldeanos bajaron las cortinas, mientras que los pájaros y demás animales se acurrucaban en sus nidos y guaridas. Un carrizo, arrasado por el viento, buscó desesperadamente un santuario entre los árboles perennes, pero cada uno de ellos apretó sus ramas, protegiéndose de la tormenta. Finalmente, el agotado pajarito cayó exhausto en el pequeño pino. El corazón del pino se abrió e igualmente lo hicieron sus ramas, y así el carrizo durmió muy cálidamente dentro de ellas. Pero al pasar la tormenta, el pino tuvo dificultad en reorganizar sus ramas. Había ahora un vacío mayor.
El invierno se hizo más intenso, trayendo consigo un viento muy fuerte nunca antes visto en las montañas. Un cervato pequeño, que se había alejado de su madre, se acercó a los árboles en busca de protección en contra del viento. Pero los árboles abrieron sus ramas al viento para evitar ser dañadas por el mismo. Nuevamente el pequeño pino sintió compasión y cerró sus ramas con fuerza, formado una muralla en la cual el cervato se pudo acurrucar. Pero, lamentablemente, cuando el viento cesó, el pequeño pino había perdido permanentemente su forma, y una gota de resina brotó del tronco de la rama. Ahora nunca más podía esperar ser honrado.
Perdido en sus pensamientos, el pequeño pino no llegó a ver la buena Reina venir al bosque en su trineo para escoger el mejor árbol. Cuando ella vio el pino pequeño, se enfureció. ¿Qué hace un árbol con tales defectos en el bosque real? Estuvo casi lista a deshacerse de él, pero se detuvo súbitamente y lo volvió a observar. Mientras lo contemplaba, notó las huellas de animales pequeños que habían encontrado albergue bajo sus ramas y las plumas en el lugar donde había reposado un pájaro. Y cuando estudió el enorme hueco en su lado y el tronco azotado por el viento, su corazón se llenó de entendimiento.
“¡Este!,” indicó ella. Y para asombro del bosque, el pequeño pino fue llevado al castillo. Todos decían que era el mejor árbol de Navidad que se habían tenido porque cuando vieron sus ramas retorcidas y gastadas, muchos vieron el brazo protector de su padre, el seno consolador de la madre y, algunos, como le ocurrió a la Reina, vieron el amor de Cristo expresado en la tierra.
Por tanto si caminas hoy en medio de los árboles de hojas perennes, encontrarás, junto a los conejos, los pájaros y otras criaturas vivas, ramas marchitas que proveen cubierta, huecos que son lugares de descanso, y formas inclinadas por haber luchado con los vientos.
Ya que, al igual que nosotros, los árboles han aprendido que las heridas que se sufren por el bien de los demás hacen a uno más hermoso a los ojos de Dios.

Bibliografía
Organización tengo sed de ti. (s.f.). tengoseddeti. Obtenido de http://www.tengoseddeti.org/apuntes-del-camino/oracion-para-los-tiempos-dificiles/comment-page-69/#comment-185892

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