El Papa Francisco publicó el pasado viernes su segunda Exhortación
Apostólica. Se titula AMORIS LAETITIA, “LA ALEGRÍA DEL AMOR”.
En esta época en la que la humanidad está tan necesitada de
sentir y vivir el amor, urge reflexionar y concientizar sobre la importancia de
promoverlo y vivirlo sin distorsiones.
Como reflexión de esta semana, extraigo el siguiente
fragmento de “La Alegría del Amor”, y destaco dos de sus características:
paciencia y amabilidad.
Te invito a leer este fragmento y compartirnos: ¿cómo traduces
estas manifestaciones del amor (paciencia y amabilidad) en el servicio que
brindas a los usuarios o a tus compañeros de trabajo día a día? ¿Por qué es
importante vigilar en todo momento nuestra paciencia y amabilidad hacia los
demás? Y estas cualidades del amor, ¿cómo deben manifestarse en la familia?
¡Esperamos tus comentarios!
90. En el así llamado
himno de la caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del
amor verdadero:
«El amor es paciente,
es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde,
no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde,
no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).
91. La primera
expresión utilizada es makrothymei. La traducción no es simplemente que
«todo lo soporta», porque esa idea está expresada al final del v. 7. El sentido
se toma de la traducción griega del Antiguo Testamento, donde dice que Dios es
«lento a la ira» (Ex 34,6; Nm 14,18).
Se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita
agredir. Es una cualidad del Dios de la Alianza que convoca a su imitación
también dentro de la vida familiar. Los textos en los que Pablo usa este
término se deben leer con el
trasfondo del Libro de la Sabiduría (cf. 11,23; 12,2.15-18); al mismo tiempo
que se alaba la moderación de Dios para dar espacio al arrepentimiento, se
insiste en su poder que se manifiesta cuando actúa con misericordia. La
paciencia de Dios es ejercicio de la misericordia con el pecador y manifiesta
el verdadero poder.
92. Tener paciencia
no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir
que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean
celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el
centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos
impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la
paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos
convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de
postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Por
eso, la Palabra de Dios nos exhorta: «Desterrad de vosotros la amargura, la
ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef 4,31). Esta paciencia se afianza
cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto
a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes,
si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo
esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a
aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo
diferente a lo que yo desearía.
99.
Amar también es volverse amable, y allí toma sentido la palabra asjemonéi. Quiere indicar que el amor no obra con rudeza, no actúa de modo
descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son
agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. La
cortesía «es una escuela de sensibilidad y desinterés», que exige a la persona
«cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos
momentos, a callar»[107]. Ser amable no es un estilo
que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias
irrenunciables del amor, «todo ser humano está obligado a ser afable con los
que lo rodean»[108]. Cada día, «entrar en la
vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza
de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto [...] El
amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la
libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón»[109].
100. Para
disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable
puesta en él. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca
defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos. Una
mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos
tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes. El amor
amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración,
construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que sin sentido
de pertenencia no se puede sostener una entrega por los demás, cada uno termina
buscando sólo su conveniencia y la convivencia se torna imposible. Una persona
antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus necesidades, y que
cuando lo hacen sólo cumplen con su deber. Por lo tanto, no hay lugar para la
amabilidad del amor y su lenguaje. El que ama es capaz de decir palabras de
aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan. Veamos,
por ejemplo, algunas palabras que decía Jesús a las personas: «¡Ánimo hijo!» (Mt 9,2). «¡Qué grande es tu fe!» (Mt 15,28). «¡Levántate!» (Mc 5,41). «Vete en paz» (Lc 7,50). «No tengáis miedo» (Mt 14,27). No son palabras que humillan,
que entristecen, que irritan, que desprecian. En la familia hay que aprender
este lenguaje amable de Jesús.
El
mensaje completo, para quienes sea de interés, lo pueden descargar desde: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20160319_amoris-laetitia.html
APORTACIONES:
Emilio Dávalos:
Muy bello el primer fracmento que nos comparte. Reflexionando un poco, la paciencia es una virtud que la vemos impregnada en las sagradas escritura, desde Job hasta Jesús. Me resalto mucho una definición que lei la cual dice “La constancia valerosa que se opone al mal, y a pesar de lo que sufra el hombre no se deje dominar por él”, es tener el conocimiento de que en la vida nos vamos a encontrar muchos contratiempos, pero la sabiduria para reconocer que aun así es de una belleza infinita y vale la pena vivirla.
Humberto Vázquez:
Yo soy de los que piensa que para amar hay que perseverar y
para perseverar hay que ser pacientes.
No hay servicio si no hay amabilidad y no hay logros si no
hay paciencia.
Mercedes Karam:
En esta ocasión, quiero hacer una reflexión, en cuanto al punto.”
Tener paciencia no es dejar que nos maltraten”
Esto se da muchísimo, en los trabajos, familias, sociedades,
muchas veces se piensa que el aguantar a una persona, ya sea compañero de
trabajo, familia amigo etc. Es un signo de humildad, tener paciencia no es sólo
aguantarse, y aceptar todas las injusticias del otro…. Es una oportunidad, para
ayudar a esa persona, que está agrediendo, con nuestro llamado de atención, con
humildad a esa persona, eso es obra de Misericordia, el corregir errores
de las personas, el dar un concejo para ser mejores… pero muchas veces por
miedo a muchas circunstancias, las personas preferimos quedarnos callados. Y
aguantar los malos tratos de los demás ..Jesus mismo, cuando los
mercaderes vendían afuera del templo, corrigió a todos, fue para un bien..
Igual nosotros no tengamos miedo, a hablar a corregir, a dar el concejo.
Aprendamos todos como compañeros de trabajo, como padres de
familia, como amigos a ser amables y con mucho amor tratar a los demás, ,
porque todos somos iguales, seres irrepetibles y que todos tenemos derecho a
ser tratados con dignidad.
Maru Hernández:
Maru Hernández:
Creo que es muy enriquecedor lo que nos mandas, y una gran
oportunidad para reflexionar y mejorar nuestras acciones y reacciones para con
los demás.
Me gustaría compartir algunas ideas.
Cuando nos enojamos tendemos a exagerar o dramatizar, por
lo que al sentirnos así debemos tratar de tranquilizarnos para evitar decir
cosas que no debemos y que pueden dañar a otros. No es tarea fácil, pero
debemos trabajar para que nuestra lógica venza a nuestra ira.
Hay que tratar siempre de esperar y permitirse pensar cosas más
razonables antes de dejar fluir lo primero que se nos venga a la cabeza;
tenemos capacidad de hacerlo, pero nos debemos ejercitar para lograrlo.
Las personas enojadas tienden a tomar decisiones apresuradas y
actuar en consecuencia, y luego se arrepienten.
Es mejor esperar antes de responder, y al menos darle una vuelta
por la cabeza a las repuestas antes de emitirlas…
Hay que hacer una pausa y esperar: escuchar primero; la mayoría
de la gente que se irrita es porque está frustrada, porque se siente amenazado,
culpable, se siente solo o necesita reconocimiento.
Hay una técnica que sirve para evitar caer en el enojo y es que
cuando alguien te esté gritando o diciendo cosas para irritarte, te imagines a
esa persona en una situación chusca… PERO EVITA A TODA COSTA REIRTE, porque
puede ser tomado como burla, y eso solo empeora las cosas.
Evite usar palabras como “nunca” o “siempre” para enjuiciar a
alguien, esto puede resultar humillante y ofensivo.
Otra recomendación es NO UTILIZAR SARCASMOS, porque esto es otra
forma de agresión.
Sí hay algunas situaciones que se sabe que resultan irritantes,
hay que evitarlas o buscar alguna alternativa. Por ejemplo, si me irrita que
alguien que conozco siempre llegue tarde, lo cito media hora antes.
También hay que tratar de elegir el momento para tratar los
asuntos que resulten delicados, cuando la gente está cansada generalmente es
más irritable, o sí tiene hambre, o no ha dormido bien.
Creo que es muy bonito lo último que nos pones en la lectura:
“…El
que ama es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen,
que consuelan, que estimulan. Veamos, por ejemplo, algunas palabras que decía
Jesús a las personas: «¡Ánimo hijo!» (Mt 9,2). «¡Qué grande es tu fe!» (Mt
15,28). «¡Levántate!» (Mc 5,41). «Vete en paz» (Lc 7,50). «No tengáis miedo»
(Mt 14,27). No son palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que
desprecian…”
Debemos trabajar en nosotros mismos todos los días por seguir
este ejemplo.
Ivonne Rotzinger:
Gracias por estas actividades porque gracias
a ellas si crecemos espiritualmente aunque sea un poco en los valores .
Te mando estas reflexiones que leí sobre la amabalidad y la paciencia.
UN POCO DE
AMABILIDAD RINDE MUCHO La cantidad de amabilidad no guarda proporción con sus
efectos. Las personas no suelen fijarse en tu esfuerzo por hacer algo por
ellas. Solo perciben tu amabilidad. Lo que importa no es lo que haces, sino
cómo lo haces. La acción amable más mínima vale más que la peor acción
LA AMABILIDAD
ES CONTAGIOSA Las acciones amables no acaban en ellas mismas: unas llevan
a otras. El buen ejemplo cunde. Un solo gesto de amabilidad echa raíces en
todas direcciones, y de las raíces salen nuevos brotes y nacen árboles nuevos.
Su mayor servicio es que hace amables a los demás: suele ser más amable quien
más amabilidad recibe. Esforzarte te hará más amable; a las personas con las
que la practicas, si ya lo eran, les enseña a serlo aún más; y las que no lo
eran, aprenden a serlo. De modo que no hay mejor obsequio que mostrarse amable:
después de la gracia de Dios, es el mayor regalo.
LA PACIENCIA
Actualmente,
nuestras vidas se desarrollan a un ritmo acelerado. A tal punto que todo pasa
por hacer y llegar con rapidez, también para resolver nuestros asuntos
personales y del trabajo, surgiendo muchas veces roces con personas que a lo
mejor pudiéramos evitar.
La paciencia
es el valor que nos hace como personas: tolerar, comprender, padecer y soportar
los contratiempos y las advertencias con fortaleza y por ende sin lamentos;
esto es posible porque uno aprende a actuar acorde a cada circunstancia, moderando
las palabras y la conducta en esos momentos.
La paciencia
es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin
derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y aceptar a los
compañeros de trabajo entre muchas otras cosas.
Fabiola Torres:
La amabilidad y la paciencia, son dos características por las que sin duda recordamos a las personas. Tanto si las tienen como si no. Yo diría que son una carta de presentación (entre otras cosas). También abren puertas como la confianza, la empatía o la amistad.
Rocío Basurto:
En éste punto, considero que lo que necesitamos es invitar a los compañeros a aplicar éstos conceptos: ser amables, coherentes y pacientes; los actos son los que dejan huella ya sean malos o buenos. Recordarles que el tener un título, no nos hace mejores personas. Ocuparnos en mantener la armonía de nuestro lugar de trabajo evitando el sarcasmo y los malos tratos, pues esto en lugar de brindar confianza a los compañeros nos va alejando. Coherentes en el sentido en que piden respeto pero no lo dan. Dejemos de ser como los cangrejitos, apliquemos el suma y multiplica, dejemos de restar y dividir.
Judith Baez:
Guadalupe Sánchez:
Fabiola Torres:
La amabilidad y la paciencia, son dos características por las que sin duda recordamos a las personas. Tanto si las tienen como si no. Yo diría que son una carta de presentación (entre otras cosas). También abren puertas como la confianza, la empatía o la amistad.
Rocío Basurto:
En éste punto, considero que lo que necesitamos es invitar a los compañeros a aplicar éstos conceptos: ser amables, coherentes y pacientes; los actos son los que dejan huella ya sean malos o buenos. Recordarles que el tener un título, no nos hace mejores personas. Ocuparnos en mantener la armonía de nuestro lugar de trabajo evitando el sarcasmo y los malos tratos, pues esto en lugar de brindar confianza a los compañeros nos va alejando. Coherentes en el sentido en que piden respeto pero no lo dan. Dejemos de ser como los cangrejitos, apliquemos el suma y multiplica, dejemos de restar y dividir.
Judith Baez:
“Los necios dan
rienda suelta a su enojo, pero los
sabios calladamente lo controlan”
Todos en el
centro de labor, centros comerciales o en nuestro hogar, hemos tenido
situaciones que hacen molestarnos con facilidad y máxime cuando son malos
entendidos, suposiciones, etc., sin embargo, cuando aprendes a controlar tus
emociones (muy difícil pero no imposible), todo es más sencillo de digerir.
En mi caso y por experiencia
propia, trato de controlar al máximo ofreciendo ese enojo a Dios y pidiéndole
me dé la sabiduría suficiente para no pecar (hiriendo verbal o emocionalmente a
mis semejantes).
Consejos que trato de llevar a
cabo ante una situación difícil:
Guardar
silencio y retirarse
Respirar profundamente (sentir
que es lo último que vamos a hacer)
“Justificar” que quien o quienes
originaron tu molestia, no se sentían bien o tuvieron algún contratiempo que
les irritó.
Tomar una hoja y papel y escribir
todo el malestar, no es cobardía ni
traición, es comprender no estar listo para enfrentar la situación.
Salir o despejarse de la
situación ayudará a enfriar la mente.
Solucionar el problema
Dar vuelta a la hoja
“No le sueltes la
rienda al enojo porque es un caballo muy rebelde,
habrá situaciones
donde estarás tentado a explotar, pero es tu decisión,
contrólate, se sabio,
recuerda que puedes enojarte,
lo que no puedes es
pecar”
Guadalupe Sánchez:
Yo creo que para dar amor a los demás primero hay que amarnos a
nosotros mismos, respetar a los demás tal como queramos que nos respeten los
demás.
Para crear una sana convivencia hay que evitando los gritos,
sarcasmos y sobre todo no involucrarnos en cosas que no nos atañan, eso para mí
se llama “respeto”, no importa el rango o jerarquía que se tenga, siempre debe
de haber respeto, tolerancia y paciencia.
Te comparto un pequeño pensamiento que me encontré y me gusto:
¡Ama!
Ama por encima de todo,
No cierres los ojos a la suciedad el mundo,
No ignores el hambre
Olvida la bomba,
Pero antes haz algo para combatirla,
Aunque no te sientas capaz.
¡Sueña!
Pero no perjudiques a nadie y
No transformes tu sueño en fuga
Sube…
Haz de los obstáculos escalones
Para aquello que quieres alcanzar.
Mas no te olvides de aquellos
Que no consiguieron subir
En la escalera de la vida
Virginia Franco:
Virginia Franco:
El AMOR es realmente muy importante para incluirlo en nuestra
vida diaria, debemos hacerlo un HÁBITO; actualmente la juventud es realmente
muy impaciente por la misma inercia que viven, por lo que es necesario fomentar
la paciencia en el hogar, para permitir que en todo nuestro alrededor se pueda
permear la amabilidad y el amor, en el trabajo, en la oficina, hasta con
extraños; nuestros propios conflictos personales no nos permiten SIEMPRE ser un
ejemplo de paciencia y amabilidad, es otra forma de AMAR AL PRÓJIMO, darles un
poco de nuestro corazón.
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