Participa: ¿qué Santo(a) propones y por qué?
Para
las propuestas, debemos considerar un Santo(a) con el que podamos encontrar
afinidad, ya sea porque es un ejemplo de trabajo, de servicio, de colaboración,
etc. Es decir, que nos sintamos identificados
con él o con ella, dada la naturaleza de nuestra Dirección.
De las propuestas que recibamos, seleccionaremos 3 o 4, los
santos más afines, y abriremos una votación para que todos podamos elegir el de
nuestra preferencia. Por
supuesto el Santo(a) al que otorguemos más votos, será nuestro Patrono.
Y las vidas ejemplares o Santos nominados son:
1) San José

Se
ha tratado de definir muchas veces las virtudes de San José. Brillan en él,
sobre todo las virtudes de la vida interior: la humildad, la pobreza, la
paciencia, la prudencia, la fidelidad, la sencillez y la fe; la confianza en
Dios y la más perfecta caridad. Nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a
sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida.
San
José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del
trabajo corporal.
Por eso la Iglesia ha instituido la fiesta de S. José Obrero, celebrada el 1 de
mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores manuales.
2) Madre Teresa de Calcuta
Un
10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para
realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió lo que ella llamó la
“inspiración”, su “llamada dentro de la llamada”. Aquel día la sed de amor y de
almas se apoderó de su corazón. En las siguientes semanas, mediante locuciones
interiores y visiones, el mismo Jesús le reveló su deseo de encontrar “víctimas
de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi
luz”, le dijo el Señor.
La
Madre Teresa, fundadora de las Misioneras de la Caridad, fue testimonio vivo de
amor a Jesucristo por su entrega total a servirle en los "más pobres
entre los pobres". Su ejemplo ha sido un reto a la conciencia de la
humanidad. En un tiempo marcado por la rebelión, la Madre Teresa defendió fuertemente
la fidelidad al magisterio de la Iglesia, la santidad de la vida humana, la
familia y la moral.
3) San Cayetano – Patrono del pan y del trabajo
San
Cayetano le escribía a un amigo: "Me siento sano del cuerpo pero enfermo
del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos
los que se mueven a convertirse". Y este era el más grande anhelo de su
vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo
Evangelio. Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo.Los
ratos libres los dedicaba a atender a los enfermos en los hospitales,
especialmente a los más abandonados y repugnantes.
Un
día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían
repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando
unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le
dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada
para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad
de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
4) San Martín de Porres
A
los doce Martín entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista.
Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y
hombre de virtudes, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora
del Rosario. Las leyes de aquel entonces le impedían ser religioso por el color
y por la raza, por lo que Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se
entrega a Dios y su vida está presidida por el servicio, la humildad, la
obediencia y un amor sin medida.
San
Martín tiene un sueño de Dios que le manda: "Pasar desapercibido y ser el
último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía
la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran
compañera de su vida; símbolo de su humilde servicio. Sirve y atiende a
todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un
estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en
insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.
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